viernes, 7 de octubre de 2016

Pancho Cossío, el racinguista de la plaza de Pombo

Pancho Cossío
Su busto lleva más de veinte años vigilando la plaza, acaso resignado por el agobio de las palomas, pero atento al devenir de los transeúntes que en sus ajetreos parecen llevar consigo el paso del tiempo. Desde su posición de bronce, casi puede ver la placa que se colocó en su portal de la calle Gómez Oreña para indicar que en aquella casa nació el famoso pintor Pancho Cossío. Pero no son los artistas quienes le llevan flores cada 23 de febrero.

Francisco Gutiérrez Cossío, más conocido como Pancho Cossío, fue un deportista consumado, con el mérito de estar limitado por un accidente que sufrió de niño en Renedo de Cabuérniga, donde trascurrieron sus primeros años de vida. Ocurrió cuando su madre, distraída con la presencia del chiquillo, le fracturó el pie izquierdo con una mecedora. Los médicos no pudieron evitar la secuela de una cojera que le impediría correr, y por lo tanto jugar al fútbol, así que en referencia a la práctica deportiva, fueron la natación y la vela sus actividades favoritas.

Amante del fútbol y fundador del Racing

Sin embargo, el fútbol fue una referencia importante de su juventud y de su relación de amistad. Cuando los amigos que vivían en el entorno de la Plaza de Pombo decidieron formar un equipo con el nombre de Racing, también contaron con él. Además, Pancho guardaba una excelente relación con Ángel Sánchez Losada, el primer presidente del club, debido a que habían coincidido en la academia de pintura donde ambos estudiaban, de tal manera que Pancho formó parte de la primera directiva del equipo como tesorero.

Cossío muy pronto se dedicaría a la pintura, su verdadera vocación, y después de haber contribuido a la creación del Racing, marcharía a Madrid en 1914, donde asistiría a las clases de pintura impartidas por Cecilio Pla hasta 1918. Celebró su primera exposición en el Ateneo de Santander en 1921, y luego se marchó a París, donde conoció a varios artistas del momento que marcarían su trayectoria, y en donde coincidiría con otros pintores cántabros, como María Blanchard, César Abín y Santiago Ontañón. En Francia también se aficionaría al cine, tomaría contacto con Luis Buñuel y participaría como actor en algunas películas. Al regresar a España en los años treinta, Pancho se dejó llevar por la locura política del momento y colaboró en la fundación de las J.O.N.S. (Juventudes Obreras Nacional Sindicalistas). También formó parte del grupo de la revista ‘Proel’, donde colaboraban sus amigos, participando en su nominación y con artículos y dibujos en las cubiertas de algunos números, como en la portada de otoño de 1946. La revista, que supuso una luz en el sombrío panorama literario de la época, incluso le dedicó un homenaje en los números 5 y 6 de agosto y septiembre de 1944.

Reconocimiento internacional

En los años sesenta, su pintura comenzó a ser reconocida internacionalmente y se prodigó en exposiciones, destacando la de la Feria Internacional de Nueva York. Nunca se olvidó de su Racing, y en las entrevistas que le realizaban, no dejaba de mencionar a su equipo. Algunas de sus declaraciones constituyen uno de los escasos testimonios sobre cómo el Racing consiguió el título de “Real”, cuando un día se acercaron al Palacio de la Magdalena y se entrevistaron con Alfonso XIII solicitándole la autorización: “Y el rey, muy impuesto de su trascendental acto, nos otorgó, sin más dilaciones, el título de Real”, comentó en 1961 en el diario ‘Pueblo’.

Falleció en su casa de Alicante el 16 de enero de 1970 y fue enterrado en Ciriego, en el Panteón de Hombres Ilustres de Santander. En 1994, el ayuntamiento democrático de Santander le dedicó el busto de la plaza de Pombo con motivo del centenario de su nacimiento, fechado el 20 de octubre de 1894, aunque mi amigo José Manuel Holgado, hurgando en el registro civil y en su acta de defunción, ha descubierto que nació el mismo día y el mismo mes, pero de 1889, que es la que suponemos correcta, achacando el error a la humana y coqueta costumbre de quitarse años, que como señalan algunos biógrafos, tenía el genial pintor.

Su busto lleva más de veinte años vigilando la plaza, atento al devenir de los transeúntes que en sus ajetreos parecen llevar consigo el paso del tiempo. Pero no son los artistas quienes le llevan flores cada 23 de febrero. Son y somos los racinguistas, dispuestos a mantener la tradición de honrar a uno de los fundadores del club en un lugar emblemático que no queremos que desaparezca, por la salud y el bien de nuestra memoria histórica.

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