Ilustración del libro didáctico de 'Los Zurdos' |
Viejo y ciego, aquel jugador que acudía a la bolera del Puente a “oír jugar a los bolos”, no pudo evitar la emoción y se levantó decidido a tirar. Le dieron la bola que colocó en la mano y, con la gracia del magnífico estilo de otros tiempos, la lanzó alta con un destino incierto. Pero sólo fue una estampa bolística contada por quienes supieron lanzar retos al cielo para hacer caer su voluntad sobre las filas de los bolos. Aquella singular pareja de zurdos, compuesta por Rogelio González (El Zurdo de Bielva) y Jesús Sánchez (El Zurdo de Mazcuerras), ganó su mejor concurso con el lanzamiento de su propia experiencia. Fue una bola de voz viviente, con palabras escritas, que quiso derribar la anarquía y la ignorancia de un juego que amaron como a su propia tierra.
La pareja sorprendió por primera vez a los aficionados en 1930, durante las eliminatorias del Campeonato de Bolos de la Montaña organizadas por la Cuerda Royalty. Rogelio tenía 34 años y Jesús, 19. Fueron los indiscutibles campeones en las finales, derrotando a Mallavia/Varillas y a Calderón/Somonte. Eran tiempos difíciles para los bolos. Después de la creación de la Federación Bolística Montañesa (1919), los aficionados comenzaron a polemizar sobre la forma de los bolos y la jugada del estacazo, creándose un clima de desunión y discordia.
Fomento de los bolos
Durante la relación estrecha y cordial que mantuvieron como compañeros de juego, entre 1929 y 1936, los zurdos también conjugaron el deseo de ayudar al fomento de los bolos. El tándem de veterano y aprendiz fue madurando en las boleras y fuera de ellas. ‘El Zurdo de Mazcuerras’, que era maestro, fue quien propuso la idea de escribir el libro. Ambos ordenaron definitivamente sus conocimientos y así nació ‘El juego de bolos montañés’, con 119 páginas sostenidas sobre una modesta edición de 16 por 11,5 centímetros, con varias ilustraciones y ocho capítulos que se imprimió en Gráficas Ansorena, de Cabezón de la Sal.
Como inspiración que movió a los zurdos a escribirlo, ellos mismos señalaban el de “poner de manifiesto las bellezas de nuestro deporte, enmascaradas en gran parte por la actual anarquía en que se desenvuelve”; “hacer asequible el conocimiento del juego a los aficionados poco versados”; “facilitar en lo posible, por medio de las reglas a seguir, la formación de jugadores” e “interesar a la opinión, tanto conocedora como profana, para intensificar y extender la afición”.
Los Zurdos no sólo aportaron el valor de un testimonio de excepción por su calidad como jugadores. También se adelantaron a su tiempo ofreciendo soluciones metodológicas para orientar la formación y el aprendizaje. Si como se asegura en el texto, los conocimientos de bolos no se habían recogido hasta entonces “en ningún tratado escrito”, es fácil deducir que el libro de Los Zurdos constituye el primero, convirtiendo a sus autores en pioneros de la divulgación del juego montañés.
Los Zurdos corrigieron las últimas pruebas de su libro el 17 de julio de 1936, en la víspera del estallido de la guerra civil. No eran buenos tiempos para los libros. Además, las ideas republicanas de El Zurdo de Mazcuerras, que fue encarcelado en la posguerra, acabaron con los ejemplares en un almacén de Cabezón de la Sal sin que llegaran a los lectores, hasta que la librería Estvdio los rescató en los años noventa.
Estampas bolísticas
Rogelio y Jesús finalizaron el libro con unas estampas bolísticas no exentas de un sentimiento romántico y costumbrista. En una de ellas, un viejo y ciego jugador que acudía a la bolera del Puente a “oír jugar a los bolos”, no pudo evitar la emoción y se levantó decidido a tirar. Le dieron la bola que colocó en la mano y, con la gracia del magnífico estilo de otros tiempos, la lanzó alta con un destino incierto… Pero ¿a dónde?
Los Zurdos se olvidaron del destino de sus libros y de la bola lanzada por el viejo y ciego jugador: “¿Acaso importa a dónde? “¿Acaso dejan de ser sublimes, por carecer de finalidad, algunos impulsos del corazón?”. Aquella singular pareja de zurdos ganó su mejor concurso con el lanzamiento de su propia experiencia. Fue una bola de voz viviente, con palabras escritas, que quiso derribar la anarquía y la ignorancia de un juego con los impulsos del corazón.